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Costa Rica ante el reto de su seguridad energética

Redacción La República [email protected] | Lunes 24 febrero, 2025


Jan Borchgrevink   Presidente de la Cámara de Generación Distribuida


Jan Borchgrevink

Presidente de la Cámara de Generación Distribuida

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Por primera vez en una década, la generación eléctrica de Costa Rica a partir de fuentes renovables cayó por debajo del 90%, alcanzando un preocupante 86,8% en 2024. Esta reducción no es solo un dato estadístico: es una señal de alerta que evidencia la vulnerabilidad de nuestra matriz energética y la urgente necesidad de diversificarla con fuentes limpias, resilientes y sostenibles, como la energía solar.

El fenómeno responde, en gran medida, a las condiciones climáticas adversas que han afectado la generación hidroeléctrica, históricamente la columna vertebral del sistema eléctrico costarricense. Sin suficiente caudal en los embalses, el país tuvo que recurrir a la importación de energía de la región y al uso de plantas térmicas alimentadas con búnker y diésel, dos de los combustibles fósiles más contaminantes y costosos. Este retroceso compromete no solo el costo de la electricidad para los hogares y las empresas, sino también la imagen internacional de Costa Rica como líder en sostenibilidad.

Costa Rica goza de una ubicación geográfica con un alto potencial de generar electricidad a partir del sol. La generación distribuida es la tecnología que realmente ayuda al problema de Costa Rica, ya que le quita saturación a las redes de transmisión y distribución. Sin embargo, la participación de la energía solar en el sistema sigue siendo marginal, representando menos del 2% de la capacidad instalada, a pesar de la disminución acelerada de los costos de tecnología fotovoltaica y de almacenamiento energético.

El crecimiento de la energía solar ha sido limitado por barreras regulatorias y la falta de incentivos para la inversión privada. La rigidez en los contratos de distribución y la ausencia de una política clara de fomento a la generación distribuida han retrasado el despegue de este sector, que en otras naciones ha demostrado ser una alternativa viable para reducir la dependencia de fuentes fósiles.

La seguridad energética es un pilar fundamental para la estabilidad de cualquier nación. En el caso de Costa Rica, el acceso a una energía confiable, limpia y a precios competitivos es esencial para mantener la competitividad del sector productivo, atraer inversión extranjera y fortalecer industrias clave como el turismo.

Un sistema eléctrico basado en fuentes renovables diversificadas, con un rol protagónico de la energía solar, permitiría reducir la volatilidad en los costos de generación, disminuir la necesidad de importación de energía y proteger al país de los efectos de fenómenos climáticos extremos que afectan los embalses hidroeléctricos. Además, la independencia energética refuerza la resiliencia económica y reduce la exposición a la fluctuación de los precios internacionales del petróleo.

Desde el punto de vista de imagen país, la apuesta por energías renovables como la solar es también una estrategia clave. Costa Rica ha sido referente mundial en sostenibilidad, pero este liderazgo puede verse comprometido si no se toman medidas contundentes para evitar el aumento del uso de combustibles fósiles en la generación eléctrica.

Además, para acelerar la transición energética, es fundamental que el sector privado tenga un papel más activo en la generación de energía solar. Países como Chile y España han logrado una transformación en su matriz eléctrica mediante esquemas de participación público-privada, eliminando barreras burocráticas y permitiendo a las empresas y ciudadanos producir su propia electricidad y vender excedentes a la red.

Actualmente, Costa Rica está promoviendo nuevos proyectos bajo la Ley 7200, que permitirá la incorporación de 412 MW de capacidad renovable, de los cuales 270 MW serán solares. Sin embargo, para que este esfuerzo tenga un impacto real en la seguridad energética nacional, se requiere una política más ambiciosa que fomente la inversión en generación distribuida, facilite el acceso a financiamiento para proyectos solares y reduzca la incertidumbre regulatoria.

El país necesita dar un paso firme hacia una nueva era energética, donde el sol no sea solo un recurso abundante, sino la base de una economía más sostenible y resiliente. La seguridad energética del futuro no puede depender exclusivamente de la hidroelectricidad ni quedar a merced del clima. Apostar por la energía solar y por una participación más activa del sector privado es la mejor estrategia para garantizar electricidad limpia, accesible y estable para todos los costarricenses.







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