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El microcrédito: no tiene por qué ser caro, ni es crédito de consumo FLB

Federico Li [email protected] | Viernes 30 junio, 2023


Federico Li


El lenguaje de una disciplina debe cuidarse para que permita una clara comprensión entre las partes y la sociedad como un todo. Cada una de las ciencias y las disciplinas, generan un lenguaje especializado riguroso, que es base para el formal entendimiento de cada uno de los conceptos básicos, con lo cual se logra una comunicación sin ambages. Así, en la disciplina financiera exige a sus profesionales y al público en general conocer los conceptos que utilizan, no solo a lo interno de la disciplina, sino frente a los medios de comunicación, las entidades crediticias, la ciudadanía en general, en los procesos de solución de conflictos y en las relaciones internacionales.

Por ello es importante, en el ámbito del crédito a pequeña escala rescatar algunos conceptos que no se emplean bien conceptualmente y que de persistir se puede tornar el lenguaje contraproducente en el país. Y como académico y profesional en finanzas estimo oportuno hacerlo. Al respecto, dos conceptos que se debe distinguir plenamente en las finanzas: microcrédito y crédito para el consumo (minicréditos y créditos rápidos).

Los microcréditos y las microfinancieras se desarrollaron, como una herramienta financiera para apoyar los emprendimientos productivos, enfocada impulsar préstamos de pequeñas cantidades a aquellos que no pueden acceder a los servicios financieros formales. El concepto se ha extendido a otorgar financiamiento productivo a las mipymes y emprendedores de forma ágil, por parte de todos los oferentes de crédito.

En tanto que los créditos rápidos y de los minicréditos están asociados a pequeñas cantidades de dinero para fines de consumo y solventar imprevistos de tipo familiar a personas. La distinción entre ellos es importante porque la regulación y el soporte estatal también es distinto.

La historia más conocida hoy de los microcréditos, proviene del economista pakistaní Mohammed Yunus, que inició una nueva forma de fomentar los emprendimientos a través de prestar pequeñas cantidades de dinero a mujeres que necesitaban financiamiento, y tenían que recurrir a prestamistas que las sometían a condiciones usureras y abusivas. Yunus les prestó pequeñas cantidades sin pedir una garantía a cambio, a bajas tasas de interés, y así inició así la senda para el mercado de los microfinanzas y el microcrédito. Posteriormente Yunus, creó el Banco Grameen, enfocado a este tipo de préstamos y en el 2006, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su trabajo.

El microcrédito está asociado a la generación de actividades productivas, desde las más básicas de subsistencia, autoempleo, emprendimientos, microempresas y hasta pymes; dada esta connotación en los países en desarrollo se torna una actividad fundamental, ya que las actividades informales y muy básicas son el sustento de sectores importantes de la sociedad. Si estas personas tienen acceso a recursos a tasas de interés bajas sus actividades tienen más posibilidades de ser exitosas y el nivel de vida de esas poblaciones será también mejor.

Es por la anterior que los países han implementado políticas de creación de fondos de banca para el desarrollo, sistemas de avales, garantías mobiliarias, redes de microfinancieras, en el afán de suplir esa demanda de recursos de manera favorable para los emprendedores, que de otra manera han de enfrentar mercados financieros poco desarrollados, oligopolizados y con afanes de lucro exacerbados, que les expoliarían la rentabilidad de sus pequeños negocios. Este es el objetivo de las microfinanzas, crear una red de instituciones con programas de créditos y acompañamiento, ágil y eficiente, para los emprendedores y pymes.

Diferencias Microcréditos y el Crédito para el Consumo

Otra cosa distinta al microcrédito son los créditos enfocados en el segmento de los préstamos para el consumo. Estos tienen como objeto las personas que necesitan adquirir un bien, un servicio o sufragar una deuda, muchas veces impulsados por los prestamistas que crean necesidades en publicidad agresiva, aprovechándose de la falta de educación financiera de la población, y sobrendeudándola en muchos casos.

Hay prestamistas que tratan de vender falsamente la idea de que mediante el crédito para el consumo se puede sostener el nivel de gasto de las familias, lo cual es falso, incluso a corto plazo. Los problemas del bajo poder adquisitivo de las personas, es un problema de escasos ingresos, que no se solventa con la concesión de un crédito para el consumo, es más, se agrava con este, porque casi de inmediato, se requerirá una erogación nueva para las personas deudoras por el pago de los intereses y el principal.

No obstante, hay que reconocer que en distintas circunstancias el crédito de consumo, suple necesidades vinculadas con imprevistos cuyo gasto es ineludible de postergar, para lo cual se ha creado toda una oferta de crédito. Personas urgidas de pequeñas cantidades de dinero recurren, hoy en día a este tipo de financiación.

Los créditos de consumo, tiene plazos cortos de devolución y tipos de interés mayores con respecto al microcrédito productivo, las empresas que los suplen, en buenas medida no están supervisadas, y generalmente mantienen campañas publicitarias muy agresivas que en nada se condicen con las ofertas de crédito productivo. Además, los trámites los ejecutan en pocas horas. En realidad la facilidad de concesión de estos préstamos de bajo monto ha derivado en un incremento sustancial en el endeudamiento de la población costarricense, más de 850.000 cobros judiciales dan cuenta de ello.

Los sistemas financieros formales y sólidos, solo prestarán recursos para a personas físicas o jurídicas que posean capacidad de pago para enfrentar las obligaciones. Nunca puede aceptarse que alguien sin capacidad de pago sea sujeto de crédito. Y en este punto hay un problema serio de confusión donde tratan sacar ventaja los agiotistas y especuladores que prestan a personas sin capacidad de pago, con dobles intenciones, pues apuntan a obtener ganancias abusivas a costa de embargos a fiadores o hacerse de los bienes del deudor por una pequeña fracción de su valor de real.

La regulación financiera es rigurosa de la mayoría de los países de la OCDE, apegada a principios de derechos humanos, e impone tasas máximas de interés, so pena de delito a quienes la infrinjan con el fin de salvaguardar a la población que muchas veces por necesidad, calamidad, ignorancia financiera o presión puede ser objeto de prestamistas abusivos.

Un sistema financiero responsable sólo prestará a personas que tengan capacidad de pago y, por lo tanto, no necesita de imputar tasas de interés elevadas a sus clientes, pues la mora será un asunto de menor jerarquía, pero un sistema financiero especulativo pretenderá cobrar tasas de interés elevadas para resarcirse de la ligereza de prestar e intentar hacerse de rentas abusivas.

Por lo demás, siempre habrá la presión de los prestamistas para el consumo de camuflarse como prestamista de microcrédito a fin de aprovecharse de las garantías que otorga el Estado para las actividades productivas. En esto los legisladores y las autoridades reguladoras del sistema financiero deben estar atentos, pues habrá mil intentos de confundir el gato con el ratón.







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