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COLUMNISTAS


Institucionalidad, oposición y respeto

Emilio Bruce [email protected] | Viernes 06 septiembre, 2019


Sinceramente


Construir la institucionalidad le ha costado mucho al país. Años de elaboración seria y meticulosa ha resultado en una institucionalidad razonable y madura, sólida desde el punto de vista del derecho y funcional desde la perspectiva de los humanos operadores. Es claro que los delitos de algunas personalidades políticas y la estrategia antisistema de acusar a las dirigencias de corrupción han generado la impresión social de que este mal es dominante en el país. Es claro también que todo es perfectible y sujeto de mejoramiento. A eso deberíamos dedicarnos, a mejorar y no a destruir.

Como no podían señalar fallas en la construcción de instituciones y del estado de la legalidad, los opositores del sistema optaron por la carta de destruir y deslegitimar a partidos y personas. En una democracia representativa la destrucción segura pasa por acabar a los partidos políticos, y esto se logra asesinando los caracteres de toda la dirigencia política legítima y significativa del país. Pues bien ese fenómeno político se ha apoderado de la psiquis de los costarricenses, la confianza en las instituciones se ha ido erosionando y la confianza en la democracia también. Están teniendo éxito.

El silogismo de esta destrucción es muy fácil de entender y de observar en la práctica. Se acusa a una persona o partido de delitos sin aportar pruebas. Dichas personas o agrupaciones son atacadas por periodistas de algunos medios de comunicación colectiva buscando revertir la tendencia de pérdida de audiencia televisiva o reducción irremediable en su circulación. Así, medios y opositores políticos acusan de delincuentes y de corruptos a todos y a todo. Las personas terminan por creérselo. Los tribunales que juzgan en derecho absuelven a muchos de los linchados mediáticamente y en consecuencia se ataca a la justicia y a los tribunales como corruptos. Como consecuencia se destruye la confianza en las personas y las instituciones.

Como no basta acusar a uno, sino que es menester acusar a más para lograr cubrir con una sombra a toda las agrupaciones de esa sospecha de delincuencia generalizada y organizada, los atacantes siguen su tarea destructiva hasta persuadir a los electores, a toda la comunidad, que las agrupaciones de esos acusados son en realidad unas cuevas de ladrones. Como no hay pruebas, como no siempre hay indicios, ahora se han creado las informaciones falsas de seudo medios para que estas confieran credibilidad a quienes acusan y ayuden a persuadir a quienes son espectadores. Ellos aparecen ante la comunidad como mejores fiscales que el ministerio público y mejores investigadores que la OIJ. Detrás de un teclado son mejores jueces que cualquier magistrado.

En la democracia la oposición siempre ha existido y existirá. La oposición siempre tuvo dos facetas claras: el desaprobar las iniciativas de gobierno y el exponer el camino correcto para lograr el bienestar general. Las críticas en estos momentos menudean, pero las rutas para corregir los problemas y las sugerencias o proyectos para resolver las dificultades han dejado de producirse. La oposición es moral y fundamentalista. Es la derecha alternativa.

La institucionalidad que garantiza reglas de juego en la convivencia, la división de los poderes del estado para evitar que uno solo de ellos pueda hacer y actuar con prescindencia de los otros, las garantías de los acusado, el principio de presunción de la inocencia y la coronación del sistema legal del país con la constitución que es y ha sido desde su promulgación la ley suprema del país ha resultado en el estorbo para quienes desean rapidez en sus decisiones, decidir ellos aunque tengan opositores y gobernar sin limitación de su poder, ley u opinión en contrario.

El respeto por quienes son los titulares de los poderes públicos es piedra angular de todo este edificio. Acabar con el respeto, la credibilidad y la posibilidad de que los actuales titulares de los poderes públicos hagan y construyan algo es la etapa que sigue en este proceso de destrucción de institucionalidad, clase política y funcionalidad del sistema. Que sea percibido como rechazado por todos y en todos lados. Que sea calificado de dictador. Que sea descrito como inepto. Que sea caracterizado como el enemigo y el culpable para así romper el tejido social y polarizar la sociedad está claramente dentro de los principios goebelianos de la propaganda y la acción política.

Los insto respetuosamente a construir entre todos el país, a fortalecer la institucionalidad, a respetar a quienes elegimos y quienes nos dirigen los asuntos públicos. Si procedemos diferente haciendo oposición sin propuesta, profiriendo mentiras sin sustento, insultos y descalificaciones a diario contra quienes se hacen cargo de los asuntos comunes por el momento, nos llevará a la grave situación de considerar la democracia inservible y a preferir un sistema alterno, chavista, colectivista o autoritario de derechas y fundamentalista, un nacional cristianismo y a anular los esfuerzos demócratas de casi dos siglos. Quizás allí es donde desean conducirnos. No deberíamos dejarnos ser arreados como borregos. Recordemos también que todo se devuelve en la existencia.

Emilio R Bruce



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