León XIV, un Papa para el cambio de época
Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 12 mayo, 2025

El Papa León XIV asume su servicio como sucesor de Pedro cuando vivimos no una época con muchos cambios, sino que experimentamos un cambio de época. Por eso el papado que se inicia es parte del puente entre el pasado de la época contemporánea y el futuro de la nueva época. El Espíritu Santo iluminó al Colegio Cardenalicio para que eligiese al Cardenal Robert Francis Prevost que es un constructor de puentes.
Desde el Concilio Vaticano II la Iglesia Católica detectó que vivíamos un cambio de época y decidió que era necesario el “aggiornamento”, su actualización con el mundo actual.
Es un proceso que sigue su marcha. Vivimos entre una época que termina y otra que no termina de nacer, con toda la incertidumbre, la confusión y el desarraigo que eso implica.
Es un cambio tan grande como la caída del Imperio Romano, como el advenimiento de la Edad Moderna y como el surgir de la Época Contemporánea.
Además, este cambio es más veloz.
Se dan cambios en las relaciones familiares, personales, religiosas, empresariales, sociales, políticas, internacionales y son también los muy palpables cambios en las tecnologías que nos sorprenden con su asfixiante velocidad.
Tal vez el más profundo e influyente de estos cambios es el del papel de la mujer. Es un cambio reclamado por la justicia pero que por su magnitud es difícil de asimilar y de que mujeres y hombres nos adaptemos a él. Afecta principalmente a las familias, pero también a la academia, a la política, a las empresas. Afecta a nuestras comunidades, al barrio, al vecindario.
Son cambios que producen mucho progreso material y bienestar. Promueven la productividad y la creatividad, y facilitan la igualdad y el respeto a las diferencias.
Pero también este cambio de época aumenta la incertidumbre y nos desarraiga. Causa angustia y miedo, engendra individualismo y atenta contra la esperanza, el amor, la fraternidad. Vivimos fuertes antagonismos, fragmentación política, caudillismos populistas, pérdida de confianza en las élites, radicalización de nacionalismos y de enfrentamientos geopolíticos, el dolor de las guerras, la pérdida de especies de vida y el cambio climático.
Algunas personas pierden la fe trascendente.
Sin el sustento de relaciones humanas y espirituales que nos tranquilicen, confusos y con miedo, se acrecienta la fuerza de sentimientos negativos, principalmente el enojo, y se apoderan de los pueblos la envidia y el odio. Son condiciones propicias para la violencia. La racionalidad y el amor se debilitan en la acción humana.
Un impacto de todos estos cambios es que cada vez en más familias los dos progenitores trabajan, o solo uno de ellos atiende a los hijos. Menos jóvenes se emparejan, menos parejas formalizan su relación con el matrimonio. Se atrasan y disminuyen los nacimientos.
La Iglesia en su misión en este mundo dialoga con la vida de las personas, con los cambios políticos, culturales, científicos que la humanidad va construyendo. Es un diálogo en que la Iglesia se interrelaciona con las transformaciones que la sociedad humana experimenta, transformaciones a las que ilumina con la luz del evangelio, con la fortaleza y la sabiduría que viene de Jesús, el Hijo de Dios.
En su discurso al Colegio Cardenalicio el segundo día después de su elección el Papa León XIV señala su adhesión a la ruta iniciada por el Concilio Vaticano II y seguida por los papas posteriores culminando en el Papa Francisco.
En esa ocasión el sábado 10 de mayo el Papa manifestó a los Cardenales: “quisiera que renováramos juntos, hoy, nuestra plena adhesión a ese camino, a la vía que desde hace ya decenios la Iglesia universal está recorriendo tras las huellas del Concilio Vaticano II. El Papa Francisco ha recordado y actualizado magistralmente su contenido en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, de la que me gustaría destacar algunas notas fundamentales: el regreso al primado de Cristo en el anuncio (cf. n. 11); la conversión misionera de toda la comunidad cristiana (cf. n. 9); el crecimiento en la colegialidad y en sinodalidad (cf. n. 33); la atención al sensus fidei [sentido de la fe, que es la capacidad que la Iglesia atribuye a todo el pueblo cristiano para discernir las verdades de la fe y aplicar correctamente la doctrina] (cf. nn. 119-120), especialmente en sus formas más propias e inclusivas, como la piedad popular (cf. 123); el cuidado amoroso de los débiles y descartados (cf.n. 53); el diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo en sus diferentes componentes y realidades (cf. n. 84, Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 1-2).”
La voluntad de León XIV de ser constructor del puente que nos permita transitar este cambio de época la manifestó el Santo Padre en ese discurso a los cardenales cuando explicó la razón de adoptar el nombre para su magisterio: “pensé tomar el nombre de León XIV. Hay varias razones, pero la principal es porque el Papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo.” (resaltado no es del original)
El Papa León XIII tuvo un largo pontificado, 25 años, y su vocación y su intelectualidad permitió un acercamiento de la Iglesia al mundo de su tiempo, heredero de las revoluciones industrial y francesa, de la evolución del parlamentarismo inglés y de la independencia de los EEUU. Un tiempo en el cual se consolidaba el cambio de la época moderna a la época contemporánea.
Rerum novarum sistematizó la doctrina social de la Iglesia, salió en defensa de los obreros, y estableció con claridad el deslinde entre la visión católica de la política y el socialismo y el liberalismo desatendidos de la ética cristiana que entonces se debatían. Su influencia en el desarrollo político en Europa y América ha sido de enorme trascendencia.
Además, León XIII pudo desempeñar un papel de gran importancia para la mejora de las relaciones de la Santa Sede con Alemania y Francia, y para la solución de posibles conflictos entre Alemania, España y Reino Unido y entre Países Bajos y Rusia.
Hoy ante el cambio de época que vivimos con sus enormes problemas ambientales, geopolíticos, tecnológicos, culturales la humanidad clama por la verdad del evangelio, por el amor en la verdad, por la voz de la Iglesia.
Los católicos, otros cristianos y todas las personas de buena voluntad debemos pedir a Dios que de sabiduría al Papa León XIV como constructor de puentes entre el pasado y el futuro de la humanidad.
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