Nueva terapia disminuye crisis en personas epilépticas
Grettel Prendas [email protected] | Jueves 14 abril, 2016
Una nueva terapia beneficia a aquellos pacientes con epilepsia que no responden a los medicamentos tradicionales y que tampoco son candidatos a una cirugía cerebral.
Se trata de un pequeño marcapaso que se coloca bajo la piel del paciente, a la altura izquierda del pecho y que va directamente conectado al nervio vago, al que estimula cada cierto periodo a través de cortas descargas eléctricas, lo que contribuye a que no se pierda la dosis.
El aparato puede ser activado por medio de un imán, en aquellos momentos en que el paciente se sienta proclive a experimentar un ataque. Además, disminuye la posibilidad de convulsiones, así como su severidad, y en algunos casos controla totalmente el trastorno.
El nervio vago tiene conexiones con estructuras como el hipocampo, la amígdala y el tálamo, las cuales están frecuentemente implicadas en los procesos epilépticos.
“El nervio vago es un inhibidor que ayuda a disminuir las descargas anormales del cerebro en diferentes regiones, que es lo que produce los ataques, por eso la terapia es de estimulación de este órgano”, explicó la neuróloga Priscilla Monterrey, presidenta de la oficina Internacional para la Epilepsia.
La implantación del dispositivo no requiere una cirugía cerebral, pero sí una incisión lateral al pectoral y otra en el cuello para aplicar los electrodos al nervio vago, procedimiento que tarda poco menos de dos horas.
El paciente epiléptico es asesorado por un neurólogo, quien evalúa los resultados y regula los estímulos de acuerdo con las necesidades, edad o tipo de convulsiones sufridas.
El dispositivo, conocido como marcapaso vagal dimipulse, es distribuido por la empresa Meditek, y ya es utilizado en varios centros privados como la Clínica Bíblica y algunos públicos como el Hospital Nacional de Niños y el San Juan de Dios.
Hasta ahora, unas 36 personas utilizan esta terapia conocida como VNS para controlar la epilepsia, una patología crónica que afecta de cuatro a seis personas por cada 1.000 habitantes, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud.
La enfermedad es considerada en términos globales como el segundo trastorno neurológico en cuanto a incidencia y prevalencia, y ocurre cuando los cambios permanentes en el tejido cerebral provocan demasiado irritabilidad o excitación.
Los niños y personas mayores de 60 años son los más propensos a padecerla. Los primeros por herencia genética, traumas en el parto o lesiones cerebrales, y en la segunda población por tumores, enfermedades degenerativas, accidente cerebrovascular o lesiones cerebrales.