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COLUMNISTAS


Otra vez PISA desnuda nuestra educación

Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 16 diciembre, 2019


Se publicaron los resultados de la prueba PISA efectuada en 2018 a aproximadamente 710.000 estudiantes de 15 años en 79 países y regiones, para determinar sus habilidades en lectura, matemáticas y ciencia. Costa Rica participó por cuarta vez. Anteriormente lo hizo en 2010 para la prueba de 2009, en 2012 y en 2015. Esta vez tomaron la prueba 7221 estudiantes costarricenses de 205 colegios, como una muestra aleatoria representativa de los 45.475 jóvenes que cursan secundaria y constituyen el 63% de los quinceañeros del país.

De nuevo los resultados son decepcionantes.

En lectura tenemos un rendimiento de 426 puntos, 61 por debajo del promedio de la OCDE, que incluye a Colombia y México con menor rendimiento al nuestro. En matemáticas de 402 frente a 489 puntos de los países OCDE (una diferencia en contra de 87 puntos) y en ciencia con 416 Costa Rica está atrás por 73 puntos. Esas diferencias representan entre más de año y medio y más de dos años de menor nivel de escolaridad.

Lo grave de la falta de capacidad de nuestro sistema educativo para crear las habilidades que el siglo XXI demanda se refleja en lectura con un 42%, en matemáticas con un 60% y en ciencia con un 48% de los estudiantes que no alcanzan el nivel dos de la prueba de PISA, que se considera el mínimo aceptable para tener alguna capacidad de ejercer esas habilidades. En el promedio de la OCDE esos niveles son de 23, 24 y 22% respectivamente, y ello con una mayor tasa de escolaridad en las naciones de la OECD. La nuestra, de 63% a los 15 años, aún es baja a pesar de los aumentos que se vienen dando desde finales del siglo XX.

En el otro extremo, mientras en el promedio de los países de OCDE un 16% de los quinceañeros que estudian alcanzan los niveles más altos de habilidad (niveles 6 y 7) en al menos una de las tres materias (lectura, matemáticas y ciencia) entre nosotros apenas un 1% lo logra. Nuestros pobres resultados no se dan solo porque muchos alumnos no alcanzan los niveles mínimos.

La prueba de 2018 enfatizó el estudio en lectura. En este campo, el resultado obtenido por los estudiantes de Costa Rica con mayores ventajas socioeconómicas respecto a sus compañeros no es estadísticamente diferente a la diferencia que se da en los países de la OCDE, ni a la que nuestro país tuvo en 2009.

Lo más grave es que no solo estamos mal, sino que además hemos empeorado.

En los tres campos de 2009 a 2018 ha descendido el nivel alcanzado.

En lectura y en ciencia la disminución ha sido continuada desde 443 y 430 puntos respectivamente en nuestra primera participación, hasta 426 y 416 en esta última prueba. En estos dos casos la disminución es estadísticamente significativa y aunque se puede señalar que se da al mismo tiempo que aumenta la escolaridad para jóvenes de 15 años, también se debe tomar en cuenta que esa escolaridad sigue siendo baja en relación con los países más desarrollados. Matemáticas es la materia en la cual desde 2009 hemos obtenido la más baja calificación con 409 puntos, y también en esta materia se ha venido disminuyendo la calificación hasta 402 en 2018.

Es una pena salir en el siguiente gráfico de The Economist como uno de los países que ha empeorado su calificación general.

Pisa


La pérdida de calificación es más aguda entre los estudiantes con más bajos resultados, y en este caso es estadísticamente significativa en las tres habilidades.

Pero da esperanza que un 10% de los alumnos con mayores desventajas socioeconómicas alcanzó -en lectura- calificaciones al nivel de los resultados del 25% mejor calificado. Esto confirma que las desventajas por la situación personal de los estudiantes pueden ser superadas.

También nos informa este estudio que en Costa Rica las escuelas con mayores desventajas no tienen una dotación de profesores y de instrumentos significativamente diferente a las aventajadas.

Tanto en el reporte específico sobre Costa Rica, como en los 3 volúmenes que detallan los resultados generales, PISA 2018 es una valiosísima fuente de información sobre las realidades de la educación y una fuente para aprender de las practicas que han tenido éxito en otras naciones.

Se reportan resultados muy satisfactorios de países con prácticas muy diversas en cuanto a la intensidad del proceso educativo, los tiempos empleados, la edad de inicio del proceso, el uso de tecnología y otros elementos.

El reporte nos señala que los recursos dedicados a la educación surten un efecto positivo hasta el nivel de $50.000 de gasto acumulado en la educación de un alumno desde sus 6 años hasta los 15. Por encima de ese monto no hay una relación empírica entre gasto y rendimiento de los alumnos. En la última década los países de la OCDE han aumentado su gasto en educación en un 15% y los resultados en lectura, matemáticas y ciencia se mantienen prácticamente iguales.

Don Andrés Fernández generosamente estimó el monto de esa inversión en nuestro país con la metodología de PISA y determinó que es de $47.890. Ese monto no incluye una estimación del gasto privado que nos aproximaría a ese umbral. Sea que estamos invirtiendo un monto más que necesario para obtener resultados similares a los de OCDE.

En nuestro caso tampoco el aumento del gasto ha impactado la capacidad de la educación para mejorar las habilidades de los estudiantes. De 2008 a 2018 el gasto en el Ministerio de Educación Pública respecto al PIB pasó de 5 a 7,6%, un incremento de 52%. El gasto por estudiante en términos reales de 2008 a 2016 (última cifra disponible) aumentó en un 110%. El aumento es inmenso en cada uno de los tres niveles de preescolar, primaria y secundaria. Pero no es simplemente gastar más, ni tener más horas sentados a los alumnos en los pupitres. Tampoco ha tenido efecto el cambio en los programas. La calidad depende de cómo se aproveche el tiempo en el aula para crear las habilidades que el joven pueda después utilizar.

En nuestro caso me produjo mucha satisfacción ver que un 76 % de los estudiantes indican que sus maestros demuestran entusiasmo por enseñar (un 74% en los países de OCDE). Un 79% están satisfechos con sus vidas (67% en los países de la OCDE), un 95% se sienten felices y un 89% consideran que pueden superar condiciones difíciles que se les presenten. Esto nos hace ver que docentes y alumnos tienen -muy mayoritariamente- la predisposición para dar mejor fruto en su la experiencia educativa.

Se reporta que un 65% de los docentes en escuelas aventajadas y un 94% de los de escuelas desaventajadas tienen títulos académicos plenos. Pero ya bien sabemos que los títulos no son para nada suficientes. En la primera década de este siglo, pasar de profesores sin títulos a profesores titulados no mejoró la enseñanza de las matemáticas, por ejemplo.

De lo que reporta PISA 2018 concluyo que alcanzado cierto nivel de excelencia pequeñas cosas pueden hacer diferencia marginal en los resultados de la educación. Pero cuando se está en niveles tan bajos como los nuestros lo que importa es la preparación de los docentes, y la dedicación del tiempo en el aula a enseñar y aprender, tal cual nos lo indicó el último y reciente Estado de la Educación.

Por más que se haya más que duplicado la inversión por alumno en la última década, no se puede lograr obtener el mejor fruto de la educación si se sigue contratando docentes sin examinar sus conocimientos, enviándoles a enseñar sin apoyo inicial en el ejercicio de su arte (imagine a un médico sin pasar por el internado) y luego sin ninguna evaluación para recapacitarlos.

Tenemos una enorme y urgente tarea por delante a la que nos convocan la justicia, la obligación de generar igualdad de oportunidades, la necesidad de crecer aceleradamente y los retos del siglo XXI.


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