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Año 2022, ¿Qué retos nos planteas?

Carlos Camacho [email protected] | Martes 04 enero, 2022


Siempre es importante, cuando se inicia una faena, hacer una valoración de los diversos factores que deben tomarse en consideración, dadas las decisiones personales, políticas, económicas y empresariales que debemos tomar los agentes sociales.

Vale la pena destacar los asuntos más relevantes que, al menos de momento son visibles a la luz del nuevo año. Un año en el que esperamos lo mejor para todos nuestros lectores; claro está, eso no depende enteramente de nuestras aspiraciones y sueños, sino de las circunstancias que nos rodean.

Este es un año de elecciones nacionales, tanto para la conformación del Poder Ejecutivo como del Legislativo. Un año crítico para determinar el camino al que se enrumba Costa Rica, después de una endemia de orden sanitario y una plaga de malas gestiones gubernamentales, una peor que la otra.

Es momento de retomar la construcción de un país venido a menos por los efectos económicos consecuencia de la pandemia global, que se complica por los componentes de sabor local, no poca cosa, como el manejo de las gestiones de aperturas y cierres, “bailes y martillos,” donde, aunque no lo dijeron, se les salía del bolsillo la hoz también.

Tenemos una economía cercenada a la poquedad, a la que deja espacio el quehacer de personas valientes que hemos tomado el “toro por los cuernos” y a pesar del gobierno, hemos sido capaces de mantener a flote el barco económico, sin poder dar cuenta cierta de cifras creíbles en aspectos tan fundamentales como inflación real - la que usted y yo vivimos en el bolsillo - no la que nos quieren dar para el desayuno.

Vivimos sin claridad de cifras en materia de empleo, pero basta tener ojos para ver la miseria omnipresente. Por supuesto, hay quienes dicen que hay lugares peores, basta ver nuestros hermanos en Nicaragua, Venezuela o cualquier otro rincón donde de la peor endemia fueron sus gobernantes y sus gobiernos.

Con cifras poco confiables es difícil tomar decisiones sensatas e informadas; incluidas las más trascendentales decisiones de quienes tienen el deber de hacer política pública, como quienes tenemos el reto de hacer política empresarial.

Más grave es el reto aún, con la sesgada y escasa abundancia de datos contradictorios que reciben los electores.

Primero, una marea de candidatos a la presidencia de la República, la cifra más alta de la historia hasta hoy. Esto no significa que haya más opciones, sino más bien, demuestra la incapacidad de la clase política de ponerse de acuerdo en temas trascendentales y ser conscientes de la necesidad de consensos sobre los aspectos de vida nacional más relevantes.

Más casillas solo nos demuestran que iremos quizá a la elección con menos opciones reales y realistas, que en materia de oferta electoral llevamos cuenta como país. La abundancia numérica no destaca a la calidad de sus partícipes, por supuesto, alguno de ellos, el próximo presidente de nuestra querida Patria.

Nuestro sistema electoral nos reta a evitar “quebrar el voto”, pero sigue siendo definitiva la elección de diputados en primera ronda cuando, muy probablemente, será en segunda ronda el momento en que se defina la presidencia. Una dinámica que augura pocos adeptos en el congreso para quienes lleguen a esa instancia, en una democracia bicentenaria, en la que el poder reside en los representantes y no en los caudillos, o en la diversidad de adjetivos y epítetos que les puedan ser propios.

A quien quiera que lleguemos a elegir votando, debemos hacerlo entendiendo que la responsabilidad reside principalmente en una Asamblea Legislativa de mayorías, con capacidad de negociar temas trascendentales y con entendimiento de temas de alta complejidad.

Por más representativa que queramos que sea nuestra democracia, no llevemos a la Asamblea Legislativa a personas que, aunque son buenas en muchas cosas, sepan poco de economía, ambiente, reestructuración del Estado, promoción del empleo, aumento de competitividad, integración global y otros que serán los ejes fundamentales por definir por estos, nuestros representantes.

No llevemos a nadie a que sobrepase sus capacidades, que le haga rodearse de una amplia gama de cortesanos “asesores”, pero también de peligrosas puertas por las que se cuelen los más bajos instintos humanos. Me refiero a visitantes como los involucrados en el lavado de activos y el narcotráfico que, con su presencia, han dejado manchada la reputación de algunos de los actuales representantes del pueblo.

Las reformas que requerirá poner en marcha el próximo gobierno necesitarán de la elocuencia en el diálogo. Se deberán basar en la construcción de puentes, que permitan llegar a acuerdos que hagan posible tomar la Costa Rica de las cenizas post pandémicas y endémicas para, con ánimo y buen brío, arrollarse las mangas y ponerse a trabajar en serio.

El año que inicia requerirá que seamos capaces de llevar a feliz término el cumplimiento de los compromisos asumidos por el actual gobierno con el Fondo Monetario Internacional. No hay marcha atrás, o seriamente echaremos marcha atrás por décadas que serán pagadas con severos efectos en lo económico y peores consecuencias en la paz social, ya de por sí afectada por la desigualdad.

Los retos pasan por tener la capacidad de implementar la ley de empleo público y una inevitable reforma fiscal. Por más que los variopintos discursos de esquina quieran endulzar los bolsillos de los votantes, tendremos que trabajar muy duro, en condiciones en las que la mejor forma de alentar es teniendo un Estado que intervenga más y brinde seguridad jurídica.

Será necesario restaurar la infraestructura productiva, para que las inversiones de actores locales sean tan viables como la eficaz atracción de inversión extranjera directa. Estamos compitiendo con países muy cercanos y sensatos, que han abierto sus puertas a la inversión con programas de menor tramitología y promoción de incentivos compatibles con los compromisos habidos ante la Organización Mundial del Comercio y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, que no caen ni en distorsión del comercio ni en competencia fiscal desleal.

Ante un panorama como el que se plantea, tendremos que ponernos al corriente en la adopción inteligente de las reglas de la nueva fiscalidad internacional con la tributación mínima global, de la que, si somos hábiles y elegimos a representantes sensatos a los puestos de legisladores, podremos salir bien librados.

El año 2022 nos topa de frente con una gran interrogante que debemos resolver entre todos:

¿Qué tipo de sociedad queremos construir? ¿Qué tipo de cargas queremos soportar? ¿Qué tanta solidaridad aportarán los beneficiarios permanentes de exenciones?

Debemos, con independencia de las preferencias electorales, comprometernos a luchar contra la indiferencia manifiesta en la condición de abstencionismo, que puede llegar a derrotar la capacidad de elegir. No es tiempo de neutralidad, es tiempo de asumir la responsabilidad ciudadana que, de momento, podemos hacer uso y buen provecho de ella para que la autodeterminación como pueblo se ponga de manifiesto.

Tampoco es tiempo de exceso de delicadezas en cuanto a las acciones.

Hay que tomar las decisiones que el país requiere. No para quedar bien con unos u otros sectores, sino para preservar la condición de una sociedad capaz de mantener el paso, sin prisa y sin pausa, en procura de una sociedad más inclusiva, que aproveche nuestros recursos, cuya riqueza nos engalanan.

Soy optimista, espero que habiendo aprendido a precios muy altos las lecciones de las consecuencias de nuestros actos, hagamos de este nuevo año un tiempo de construcción, no el saco de pretextos que, unos y otros, se ponen a atribuirle a la administración anterior o a la generación anterior.

Debemos entender: solamente si desde el lugar que a cada uno nos ha correspondido llevar a cabo, si desde nuestra cooperación en la vida social, asumimos con responsabilidad nuestras funciones, estaremos en capacidad de dar y también, ante la posibilidad de exigir resultados de quienes ostentan el poder, como meros depositarios del funcionariado.

Deseo a todos, de corazón, un Año Nuevo lleno de prosperidad y bendiciones.

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