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La vida un sábado en 2051

David Gómez Murillo [email protected] | Jueves 14 octubre, 2021

2051 Costa Rica David Gómez

San José, sábado 7 de octubre de 2051. Hoy me desperté temprano y a las 6am salí a correr por el parque lineal que comienza en la montaña al noreste del edificio en el que vivo y conecta con el centro histórico de San José, donde están las 12 súper cuadras que desvían el tráfico vehicular fuera del corazón de la ciudad. Es uno de los ocho parques lineales que salen de los distritos periféricos de la ciudad y convergen en el centro.

Me gusta correr en los trillos del parque porque los árboles me relajan con su sombra y su brisa. El parque está tan bien diseñado, que no tengo que cruzar ninguna intersección grande, sino que paso por túneles muy seguros, que se van iluminando conforme avanzo, y cuando tengo que cruzar intersecciones más pequeñas, cerca del centro histórico, siempre hay prioridad peatonal porque el diseño vial obliga a los conductores a viajar muy despacio en toda la ciudad. En todo caso, el tráfico en la ciudad es muy local, porque hace muchos años que atravesar San José en carro no tiene sentido; la ciudad está hecha para caminar y pedalear, y los conductores la rodean en lugar de atravesarla.

A lo largo del parque siempre hay mucha actividad; en las mañanas hay gente corriendo, patinando, pedaleando y haciendo ejercicio en los gimnasios al aire libre y en las plazas y parques de barrio que el parque lineal va conectando a lo largo del camino. Hay partidos de básket y fútbol (la liga de Fútbol 5 Adaptado de los sábados en Aranjuez es buenísima), y los parques de skate y BMX siempre están llenos. Me encanta ver a los jóvenes aprendiendo a jugar ajedrez o tablero con la gente mayor.

A veces también uso el parque para ir a la oficina o hacer algún mandado en bici, aunque sea un poco más desviado que ir por las ciclorrutas en las vías principales, porque me gusta la frescura y ver a tanta gente disfrutando al aire libre. Dependiendo de la hora a la que pase también puedo ver familias y grupos de amigos cocinando y brindando por alguna celebración; ¡hasta bodas he visto!

Después de correr, y de regreso en mi apartamento, me alisté y busqué en mi celular cuál era la modalidad de viaje más apropiada para ir a Cartago a visitar a mi hermano. La aplicación de la Autoridad Metropolitana de Movilidad me indica cuál es mi ruta y modo óptimo según clima, tráfico y costo. Hoy me sugirió hacer un viaje intermodal bici-tren-bici. La aplicación organiza mi viaje con los distintos proveedores y me cobra automáticamente; está basada en un invento de hace décadas llamado Movilidad como Servicio. Caminé de mi edificio al rack de bicis compartidas que está a 50 metros y saqué una bici para ir a tomar el tren.

Pedaleé por la ciclorruta hasta la Estación Multimodal Este, que agrupa todos los buses que salen hacia el este del GAM y la Zona Sur del país y donde también hace parada el tren que viene de la Estación Central (antigua Estación al Atlántico). De mi edificio a la Estación Este hay solo 3 km, pero el viaje da para ver mucho: una feria de artesanía, un mercado municipal, pequeños gimnasios, varias tiendas, ciclos, panaderías, un taller de reparación y trueque de electrodomésticos (al que tengo pendiente ir hace días) y, por supuesto, cientos y cientos de personas a pie, en bici y en un sinnúmero de vehículos electroasistidos, desde patinetas hasta scooters.

La Estación Este es como una versión mucho más bonita y acogedora de esos malles que había antes, sustituidos ahora por las cuatro estaciones multimodales y los 15 km de bulevares peatonales que hay en el centro histórico de San José, que tienen una oferta comercial y gastronómica bárbaras. Justo anoche estuve en uno de los balcones del centro con unos amigos tomándonos unas cervezas y viendo gente pasar.

Me gusta mucho la estación porque siempre hay mucha vida y arte. Hoy había un quinteto de trombonistas tocando en la explanada principal, que tiene una acústica impresionante. Además, el supermercado y la feria del agricultor que hay dentro son perfectos para comprar un bocadillo antes de subir al tren o al bus, o incluso para hacer las compras de regreso a la casa. Y la ubicación de la estación es estratégica, porque está en el límite de la ciudad, entonces incluso si uno va a viajar en bus, sale directamente a la autopista y el viaje se hace más corto que antes, cuando el bus salía del centro de San José.

Por suerte todas las autopistas ahora tienen bahías largas para los buses, de manera que los choferes puedan desacelerar para salir de la autopista y acelerar para reingresar de forma segura y sin interrumpir el flujo vehicular. Los puentes y túneles peatonales y ciclistas ahora se encuentran solo en autopistas, son amplios y seguros, están en todos los lugares donde la gente necesita cruzar y son construidos a nivel de superficie, siendo la vía para vehículos motorizados la que sube o baja, y no al revés, como era antes.

Todas estas mejoras comenzaron a hacerse cuando el país se dio cuenta de que aumentar la cantidad de carriles y hacer intersecciones de varios niveles eran pésimas inversiones, y comenzó a enfocarse más bien en hacer convenientes el transporte público y la movilidad activa. Esto redujo significativamente la presión por espacio para carros tanto dentro de las ciudades, como entre ellas, y permitió desarrollar las inmensas redes de infraestructura ciclista que hay hoy, con ciclovías protegidas en las ciudades y enormes ciclopistas paralelas a las autopistas. También se han mejorado y ampliado cientos de kilómetros de aceras, y todos los cruces peatonales son prioritarios y universalmente accesibles. Además, viajar en bus hoy día es una experiencia confortable y conveniente.

Pero hoy mi celular me indicó que mi viaje interurbano óptimo era en tren, que me gusta más que el bus, y es solo un poco más caro. Así que llegué, dejé la bici en un rack en la entrada de la estación y ocho minutos después salía mi tren, lo que me dejaba tiempo suficiente para comprar uno de esos queques que le gustan a mi hermano y llevárselo. La gran ventaja es que ahora uno puede pagar el queque sin ni siquiera sacarse el celular de la bolsa.

Siempre busco un asiento con ventana porque me gusta ir viendo la ciudad y el campo desde el silencio del tren. Cerca de la estación hay muchos edificios altos con comercio en los primeros niveles y vivienda en los demás. Conforme el tren avanza, la altura de los edificios va disminuyendo hasta que desaparecen por completo, y ya en las afueras de Curridabat se comienzan a ver las huertas urbanas, con todo tipo de vegetales y legumbres. Es muy agradable ver a tantos vecinos trabajando la tierra desde temprano. Son esas mismas verduras y legumbres las que se venden en la feria que está en la estación, y en los mercados municipales. Es parte de la iniciativa nacional de economías locales, y funciona muy bien.

Y es que en la década de 2030 se establecieron límites muy bien definidos para las zonas urbanas, y en cuestión de un par de minutos el tren sale de la ciudad y entra al campo, donde el suelo está dedicado a la agricultura, la ganadería y la generación eléctrica renovable y distribuida. Sin embargo, las zonas interurbanas también están muy bien servidas por el tren, los buses y las bicis compartidas.

Pocos minutos después pasamos por Tres Ríos y volvieron brevemente los edificios un poco más altos y la ciudad compacta y densa. Estos nodos urbanos le dan a la gente tenga acceso a todo lo que necesita sin desplazarse largas distancias. Por eso para sus viajes cotidianos, la mayoría de las personas se mueve a pie, en bicicleta o en transporte público. Las municipalidades operan servicios de buses locales para conectar entre sus estaciones multimodales. Son buses grandes y articulados, muy coloridos y decorados según la identidad de cada cantón.

Las ciudades más grandes, como San José, tienen hasta cuatro estaciones multimodales; una en cada punto cardinal, y estos buses locales viajan en vías exclusivas de una estación a otra, atravesando el centro de cada ciudad muy eficientemente. Son los únicos buses que hay dentro de las ciudades, pero son agradables a la vista y, por supuesto, no hacen ruido ni emiten gases.

La movilidad a pie, en bici y en transporte público es tan buena, y viajar en carro es tan caro y tedioso, que la decisión es obvia. En realidad la mayoría de los carros que uno ve en la calle hoy día son taxis, vehículos de carga y de servicios, y una que otra persona haciendo algún viaje especial, como una mudanza, en un carro compartido, que también consigue con la aplicación de movilidad. Aquello de viajar cotidianamente en carro privado es cosa del pasado. Todas las personas, sin distingo de clase social, nos topamos en los buses, en los trenes, en las aceras y en las ciclorrutas.

Sobre el ruido, todavía recuerdo cuando los carros y motos tenían muflas y hacían un escándalo terrible al pasar, que se sumaba a los ruidos de parlantes de tiendas, vendedores y perifoneo; y ni hablar de la publicidad en vallas y rótulos, ¡qué tiempos tan locos y estresantes! Por suerte ahora toda la publicidad es discreta, georreferenciada y mostrada exclusivamente a cada persona en su celular y otras superficies. De verdad no entiendo cómo toleramos el ruido y la publicidad exterior por tantos años.

El tren seguía su marcha y nos acercábamos a Cartago, que también tiene cuatro estaciones multimodales, un poco más pequeñas que las de San José, pero igualmente bien equipadas. En Cartago los trenes llegan hasta el corazón de la ciudad, a la Estación Central Cartago, que sigue siendo la misma desde el siglo XIX, y ahora está mejor preservada y más usada que nunca. Ahí me bajé del tren, que por cierto venía lleno de turistas, la mayoría de los cuales hacen parada en Cartago un par de días y luego siguen hasta Limón, que ahora es una ciudad más rica y más grande que la misma San José, gracias al inmenso impulso que ha recibido de forma sostenida por tres décadas mediante su actividad portuaria. Limón es la ciudad más elegante y próspera de Costa Rica.

Pero el centro de Cartago también es bellísimo. La municipalidad lleva años de estar preservando, recuperando y hasta reconstruyendo sus edificios más emblemáticos, y hoy Cartago es la combinación perfecta entre arquitectura del siglo XIX y tecnología del siglo XXI. El mismo sistema de bicis compartidas con el que llegué a tomar el tren está disponible aquí, a unos pasos de la Estación Central. Tomé otra bici, puse el queque en la canasta y empecé a pedalear.

Antes de ir donde mi hermano, pasé por el Museo Municipal, que justamente tiene una exhibición del proceso de recuperación de la memoria histórica de la ciudad a través de la arquitectura y el urbanismo. Lo mejor de todo es que esta exhibición se usó para inaugurar el circuito ciclista del museo, que permite visitar ciertas exhibiciones sin bajarse de la bici. ¡Es maravilloso!

La exhibición incluye fotografías de la década de 2020, cuando la ciudad estaba llena de tiendas de cosas plásticas desechables (cuando todavía había plástico desechable) y era ruidosa y hostil. Las aceras eran angostas y poco accesibles, no había árboles y el espacio dedicado a los carros era inmenso, con carriles anchos y calles rectas, donde los conductores manejaban despavoridos y parqueaban sus carros en cualquier lugar. Era común que la gente viniera al centro en carro y diera vueltas y vueltas buscando parqueo, y los peatones cruzaban la calle como pidiendo perdón a los conductores. Era todo muy ilógico.

En la exhibición se muestran hologramas de las transformaciones que se fueron dando con los años, primero con las macetas con las que angostaron las calles, pasándolas de dos carriles a uno, con lo cual automáticamente se ampliaron las zonas peatonales y la gente respondió de inmediato, ocupando a pie el espacio recuperado. Luego vinieron las zonas de exclusión vehicular y los peajes por congestión, pero como el centro comenzaba a ser más y más caminable, la gente comenzó a dejar su carro en casa o al menos fuera del casco central.

Los parqueos se convirtieron en parques, muchas calles pasaron a ser bulevares peatonales o calles ciclistas y los árboles crecieron y comenzaron a dar sombra. El ruido se fue y comenzaron a oírse los pájaros y el murmullo de las conversaciones. Los músicos, pintores, bailarines y poetas cartagineses tomaron las calles con su arte. Cartago se llenó de turistas, cafés, bares, restaurantes y hoteles en el centro. La gente comenzó a migrar al casco central y la ciudad se llenó de vida día y noche.

Todavía recuerdo cuando Cartago inauguró sus primeros 6 km de ciclovías, hace casi cuatro décadas. Mucho ha sucedido desde entonces y ahora esta ciudad tiene la red ciclista más cohesiva del país, después de Limón, claro, que de verdad lo tiene todo. Con más de 120 km entre ciclovías segregadas en vías principales, ciclocarriles demarcados en vías secundarias y vías pacificadas con prioridad ciclista en todas las calles barriales, Cartago hoy es conocida como la Utrecht tica. Más del 40% de los viajes en la Vieja Metrópoli son hechos en bici, y por la Avenida del Comercio pasan más de 20000 personas en bici cada día. Es un espectáculo digno de admirar; el baile de las bicis.

Además, el Parque Metropolitano Los Diques es un destino predilecto para cartagineses y visitantes por igual, con sus fuentes, colinas, bosques y ese jardín botánico paradisiaco. Lo mejor de este parque es su diseño resiliente ante desastre. Está hecho para ser evacuado en minutos en caso de una erupción volcánica como la de 1963, evitando pérdidas humanas y minimizando pérdidas materiales. No por nada ha ganado un sinnúmero de premios internacionales.

Después de mi breve visita pedaleada por el museo, cambié de bicicleta porque se cumplían los 30 minutos de viaje gratis. El sistema funciona así para darle rotación a las bicis, conservar su uso utilitario, y que todo mundo tenga acceso a ellas. Así llegué a la casa de mi hermano, donde almorzamos y comimos queque.

En la tarde fuimos a un concierto en el Parque Central y luego me acompañó de vuelta al tren para volver a San José. Ya era de noche, pero la ciudad seguía muy activa, máxime que ahora tanta gente vive en el centro. Tomé el tren de las 10:34pm y me bajé en la Estación Este antes de las 11pm. Otra bici para ir de vuelta a mi apartamento, y a dormir. Mañana es domingo y no hay circulación de vehículos motorizados, así que hay ciclovía recreativa a lo largo y ancho de San José, y hay que aprovecharla para hacer deporte.






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