Nuevos aranceles y sus efectos en consumidores y productores
Leiner Vargas [email protected] | Miércoles 09 abril, 2025

Dr. Rafael Ledezma Diáz
Catedrático, Escuela de Historia de la UNA
Dr. Leiner Vargas Alfaro
Catedrático, CINPE-UNA
El pasado 2 de abril el presidente Donald Trump declaró el “Día de la Liberación” anunciando aranceles a 185 países. El jueves 3 los mercados estadounidenses cayeron a niveles semejantes a los de 2020 cuando azotó el coronavirus. Ese día el índice S&P 500 cayó 4,8%. El viernes 4 de abril, China tomó represalias contra el 34% de aranceles adicionales impuesto por Trump añadiendo ese mismo porcentaje a todos los bienes importados desde el país norteamericano. Ante esta respuesta el S&P 500 se desplomó un 6% adicional. El “Día de la Liberación” ha despertado el temor de una nueva crisis económica. JPMorgan Chase elevó la posibilidad de una recesión al 60% al tiempo que predice una contracción del 0,3% de la economía estadounidense. Ahora bien, a lo largo de su historia Estados Unidos ha sido un país de altos aranceles. En los próximos párrafos haremos un recuento de esa trayectoria y terminaremos analizando el impacto de la nueva política arancelaria sobre Costa Rica.
En el siglo XVI, la política económica predominante fue el mercantilismo. Esta se basó en dos principios: primero, la riqueza de un Estado consistía en la acumulación de metales preciosos, y segundo, para atesorar esos metales la balanza comercial debía ser positiva. Para asegurar la entrada neta de oro y plata, los estados absolutistas aplicaron aranceles proteccionistas. La Escuela Clásica cuestionó después ese intervencionismo. Esta escuela partió del supuesto de que los intercambios, la producción y la distribución serían guiados por un mercado competitivo y libre. A su vez, los distintos países gozarían de ventajas comparativas que los llevaría a especializarse en ciertos bienes para intercambiarlos por otros. Adam Smith y David Ricardo fueron los principales exponentes de esas tesis librecambistas.
Para la década de 1830 Gran Bretaña, la potencia imperialista de la época no había adoptado el librecambio. De hecho, estaban vigentes las “leyes del maíz”, o Corn Laws, que gravaban fuertemente las importaciones de cereales. David Ricardo se opuso a esas leyes pues decía que, si Gran Bretaña adquiría mayores cantidades de granos, los obreros pagarían menos por los alimentos y sus patronos tendrían una factura menor por salarios. En 1846 el parlamento británico derogó la “leyes del maíz” y las de navegación. De esta manera, Gran Bretaña se rigió por el librecambio, situación que impulsó un proceso inédito de integración comercial a escala mundial conocido como la Primera Globalización, el cual emanó bajo la impronta de la Revolución Industrial.
Estados Unidos, por su parte, seguía apegado a los altos aranceles cuyo fin era proteger su naciente industria. En el siglo XIX, los aranceles fueron la fuente de ingresos más importante del gobierno federal (no existía aún el impuesto sobre la renta). De hecho, uno de los factores que incidió en el estallido de la Guerra Civil fue el interés de los estados sureños por abrirse al mercado internacional, proyección que se oponía a las intenciones proteccionistas del norte industrial. Entre 1869 y 1897 la protección media estadounidense aumentó del 47% al 57%.
En el siglo XX el proteccionismo arancelario estadounidense adquirió nuevos niveles con la ley Smoot-Hawley de 1930 cuyo fin era paliar el impacto de la Gran Depresión. La reacción a esta ley no se hizo esperar. Varios países aumentaron los aranceles a los productos estadounidenses. Gran Bretaña, por ejemplo, abandonó su tradición librecambista e impuso aranceles de hasta 100% ad valorem. La oleada proteccionista fue finalizando a mediados del siglo XX con el tratado Bretton Woods, el cual abrió un nuevo orden económico que dio como resultado el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT por sus siglas en inglés) cuyo fin era disminuir las barreras arancelarias en todo el mundo. El GATT, que después se convertiría en la OMC, se gestionó mediante un conjunto de rondas que con el tiempo hicieron que Estados Unidos abandona el viejo proteccionismo (Ronda de Kennedy de 1967, Ronda de Tokyo de 1979 y Ronda de Uruguay de 1994). En la década de 1990 y en medio del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, los aranceles promedio sobre las importaciones estadounidenses fueron de menos del 5%, cifra inferior, por ejemplo, a la de 1890 (29.1%). Con el primer mandato de Trump esa cifra creció a 9% y tras el recién “Día de la Liberación” se estima que subirá al 24%. Es evidente, entonces, que estamos ante el quiebre de aquel orden económico global que se erigió después de la Segunda Guerra Mundial ¿Cómo afectará la nueva política arancelaria de la Casa Blanca a Costa Rica?
En definitiva la imposición de aranceles de importación encarece el valor de las mercancias importadas en el mercado de destino, la distribución del costo de la medida dependerá de la fuerza negociadora de cada parte, por una parte el país exportador y sus empresas pueden verse forzados a bajar el valor de sus exportaciones para compensar en el mercado destino el nuevo arancel, al mismo tiempo que los comercializadores en el mercado de destino pueden subir el precio de los artículos importados si no existen bienes sustitutos producidos internamente o cargar sobre sus márgenes de ganancia las tarifas arancelarias de existir mucha competencia con producción doméstida.
En definitiva, el efecto será distinto según exista competencia directa en el mercado de destino por productores locales al caso donde no existe competencia interna en esos bienes. El precio en el mercado de destino, en este caso los Estados Unidos, subirá y la demanda podría caer en proporción a la elasticidad precio de la demanda de cada producto. El resultado neto sería entonces una pérdida de volumen de exportaciones, disminuyendo el empleo y el valor agregado en Costa Rica, al mismo tiempo que se genera un efecto de incremento en el precio de los productos en el mercado de destino, los Estados Unidos. Adicionalmente, se generará una pérdida de eficiencia global que disminuirá el total comerciado, afectando el bienestar neto de la sociedad.
Una forma de adaptarse al proceso unilateral de incremento de aranceles sería a través de una devaluación del colón en una proporción equivalente al aumento de los aranceles, medida que podría compensar los costos en colones de los exportadores o la posible pérdida de competitividad de sus precios. Empero, en un entorno de tipo de cambio flexible y con la cuenta de capitales abierta, como sucede hoy en Costa Rica, la posibilidad de ajustar el tipo de cambio en una u otra dirección es escasa, por lo que sería casi imposible adaptarse al nuevo entorno. El efecto de los aranceles de Trump y su regreso al proteccionismo generaría una pérdida neta de bienestar tanto en consumidores como productores, afectando el empleo y el valor agregado en Costa Rica.
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