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Zanahorias y garrotes en nuestras calles

David Gómez Murillo [email protected] | Jueves 22 septiembre, 2022


David Gómez Murillo


Para que un animal de trabajo haga lo que se espera de él, generalmente es necesario ofrecerle una zanahoria para motivarlo, pero también usar una fusta o garrote para que obedezca. Como metáfora, ese abordaje de recompensa y castigo ha sido utilizado ampliamente en el mundo empresarial para gestionar equipos de trabajo y fomentar su productividad. Si bien es cierto en las últimas décadas ha perdido vigencia en el ámbito laboral, debido principalmente al auge de la Teoría de la Autodeterminación, hay un área en la que, por el contrario, el abordaje de zanahorias y garrotes cada vez gana más terreno: la movilidad urbana.

A lo largo de los últimos 100 años, el vehículo motorizado particular se ha posicionado como la aspiración máxima en materia de movilidad; la libertad absoluta de movernos de forma individual, rápida, segura y conveniente. Pero a estas alturas está claro que la idea de que todas las personas conduzcamos todos los días a todos nuestros destinos está acabando con nuestra calidad de vida, a la vez que contribuye de forma significativa al agotamiento de los medios que soportan la vida humana en este planeta.

Esto no ha sucedido porque la gente es intrínsecamente egoísta y obstinada en manejar su carro a todo lado. Es más bien debido a la cantidad de incentivos relacionados con un modelo de desarrollo predominante que encontró en el automóvil la llave para una ansiada suburbanización que permitió alejar la vivienda y el ocio de las fétidas urbes industriales en la primera mitad del SXX. Las pocas voces que alertaron sobre los peligros de esta tendencia no fueron escuchadas, en buena medida porque la industria automotriz se tornó muy boyante en muy poco tiempo, y dependía (y aún depende) de que las actividades humanas se alejen entre sí tanto como sea posible, a razón de incrementar la necesidad de conducir.

Revertir este proceso es una tarea más que compleja; el modelo expansivo está muy asentado, la industria automotriz es más fuerte que nunca, e incluso es resiliente a los cambios en materia ambiental, aunque de forma muy cuestionable y, una vez más, cortoplacista. Tenemos un modelo de desarrollo que alimenta a una industria muy poderosa, y viceversa. Si la expansión no se revierte, las personas no van a dejar de conducir.

Aquí es donde hace su entrada el abordaje de la zanahoria y el garrote. Primero, la zanahoria urbanística: si el modelo de desarrollo prioriza la compactación horizontal, la densificación vertical y la mezcla de actividades humanas (vivienda, trabajo y servicios) en las ciudades, estará creando los incentivos para que las personas reduzcan su dependencia del automóvil particular, porque podrán vivir, trabajar, entretenerse y abastecerse sin viajar largas distancias.

Para los viajes que sí requieren transporte motorizado, la zanahoria del transporte público. Si las ciudades ofrecen transporte público de calidad, confiable, seguro y eficiente, que reduzca los tiempos de viaje en comparación con el carro y que incluso superen la experiencia de conducir, con toda seguridad estarán sumando pasajeros. Y conforme avance el proceso de urbanización ordenada y planificada, los viajes en transporte público también se acortarán, y muchos podrán convertirse en viajes en bicicleta y a pie. ¿Suena familiar? La apuesta es por un retorno a las ciudades pre-automóvil, esas que sí eran sostenibles. No hace falta inventar nada nuevo.

¿Y el garrote? La dependencia del carro es muy difícil de erradicar, incluso cuando las ciudades hacen todo lo posible por incentivar la movilidad activa y el uso del transporte público. Por eso en la medida en que estas formas sostenibles de movilidad son ofrecidas en versiones verdaderamente atractivas y competitivas, hay que darle garrote al carro, haciendo gradualmente menos conveniente transitar en automóvil por los centros urbanos, de manera que este medio de transporte quede relegado a la periferia urbana y a las autopistas, que es donde pertenece. Y es que un proceso conduce al otro: solo desplazando al carro de nuestros centros urbanos podremos ampliar el espacio y mejorar las condiciones para caminar, pedalear y movernos en transporte público.

Desincentivar el uso desmedido del vehículo particular es una medida viable en ciudades llenas de zanahorias para incentivar modos de movilidad más sostenibles, pero es necesaria tanto para que esos incentivos sean viables, como para desarraigar a las personas de la conducción vehicular como única forma de movilidad.

Para lograr cambios conductuales significativos son necesarios tanto los incentivos a la movilidad sostenible como los desincentivos a la movilidad insostenible. Costa Rica lo tiene todo para transformar sus ciudades usando el abordaje de la zanahoria y el garrote.







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