Curanderos designados
Leopoldo Barrionuevo [email protected] | Domingo 23 agosto, 2009
ELOGIOS
Curanderos designados
Así como el Código de Tráfico aportó a Costa Rica cuantiosas multas y choferes designados que uno elige cuando duda que pueda pasar el examen de alcoholemia a que puedan someterlo las autoridades pertinentes, debería crearse una nueva categoría de galenos no graduados pero con notable vocación para tratar a quienes soporten con estoicismo y sin queja las recetas a que son sometidos sin comerla ni beberla por quienes padecen de frustración en la profesión que añoraron alcanzar: me refiero a quienes nos atormentan con consejos que uno no les pide ni remotamente.
Son una fauna que no hace daño a menos que sigas sus constantes recetas de remedios caseros compuestos de hierbas ancestrales, algunas de las cuales no figuran en la homeopatía de Hipócrates y me pregunto: ¿si tanto deseaban saber acerca de las curas santeras o naturales ¿por qué no estudiaron medicina?
Ni se te ocurra hablar de salud con esos peligrosos ejemplares: si padeces de diabetes te dirán de inmediato que no pierdas el tiempo con la insulina o la metformina, por el contrario, con varios kilos de canela en rama sumergida en agua, santo remedio; lo mismo con otros tipos de dolencias porque para todo tienen respuesta.
No te canses en explicarles que no hay enfermedades sino enfermos, igualmente te aplicarán la sanata y te contarán cómo alguien se salvó con tan simple compuesto y no les contestes mal porque entonces te arrojarán a la cara que lo que quieres es morirte e iniciarás una discusión que sí te hará daño de puro estresarte.
No hay como llegar a viejo para sentirte fuerte en base a eludir la tontería y la estolidez, pero para entonces uno se ha curado en espanto y acepta a los otros o es aceptado por ellos: Cuéntase que una vez un cubano miamero se encontró con un puertorriqueño después de un tiempo y le preguntó por su familia. Este le respondió que todo iba bien pero el viejo, su querido viejo, no levantaba cabeza, estaba muy enfermo y los médicos no daban con su mal.
Tras comentarle los síntomas, el cubano le consultó: ¿Y no han intentado darle romerillo? No, dijo el boricua, pues eso cura todo, le respondió el cubano.
—“Lo que tienen que hacer es darle un té de romerillo en taza grande todas las mañanas y santo remedio”. A los dos días se volvieron a encontrar y el boricua le informó que el viejo seguía mal.” —Súbanle la dosis dijo el cubano: una taza cada media hora”, pero nada, el viejo empeoró.
Entonces el cubano aumentó la dosis:” —Denle un baño de romerillo caliente en la tina cada hora y un ensopao de romerillo y ya vas a ver cómo se cura”. Al día siguiente: ¿Y el viejo cómo está?
Anoche murió y hoy lo enterramos, dijo el boricua, a lo que el cubano respondió:” Entonces el romerillo no sirve pa’ un carajo”.
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