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ELOGIOS

El egoísmo

Leopoldo Barrionuevo [email protected] | Sábado 25 abril, 2009


Nunca entendí la diferencia entre egoísmo y amor propio, porque siempre me confundieron las fuerzas del Ego en la medida que las vi desarrollarse en cada criatura, desde la más tierna infancia. Los niños pueden parecer egoístas en su comportamiento, pero se me hace que así parecen porque son más honestos que los adultos, quienes les enseñan a no mentir para que por lo menos existan seres humanos que practiquen la verdad.

Será por eso que siempre comprendí que la gente se ofendiera con el elogio de algo tan delicado como el Ego porque rompía con todos los modelos paradigmáticos que nos dicen lo que es bueno y lo que es malo, quizá esto le caiga mal a quien no haya cuestionado el concepto.

El Ego no puede ser tan malo dado que procura mantener entera nuestra persona y libre de cualquier división como por ejemplo la esquizofrenia, del griego, textualmente, demencia por división de la personalidad.

El hombre utiliza un amplio bagaje de conductas defensivas para mantener su homeostasis que no es otra cosa que sostener el equilibrio de su salud física y mental. Y en consecuencia, si el hombre no se acepta a sí mismo, no se quiere y omite mantener su autoestima contra viento y marea, estará expuesto a perder una columna vertebral de su personalidad, que es su claro sentido del yo, de sí mismo y el alejamiento de la depresión y el autodesprecio. Por algo me amo tanto y no me avergüenza decirlo, porque de ese modo me sobra amor para dar ¿y qué pasaría si careciera de ese capital de amor que me desborda? Simplemente no me alcanzaría para dar amor.

Yo me pregunto: ¿Quién es egoísta? Seguro que ni usted ni yo lo somos, sino los otros. Y es más que lógico: por lo general, los otros nos tildan de egoístas cuando nos quieren herir o bien, cuando hacemos algo para nuestro disfrute, que no los tenga en cuenta a ellos.

Por dicha, la filosofía nos brinda un respiro mediante el desarrollo de la doctrina ético filosófica denominada egoísmo moral o egoísmo ético que señala que las personas deben obrar para su propio interés, única forma moral de obrar que permite realizar acciones que ayuden a otros, pero con la finalidad de nuestro propio beneficio.

El egoísta moral se basa en la afirmación de sí mismo y esto lo torna al individuo consciente de su realidad moral y personal.

A su vez, Thomas Hobbes expresó: “Las personas obran por interés propio. Incluso cuando servimos a los demás, solemos hacerlo porque nos reporta beneficios o porque no hacerlo iría en nuestro propio detrimento. Habitualmente, por no decir ante todo, el altruismo satisface una necesidad propia”.

Lo que puede traducirse en que cuando usted hace una obra benéfica, ayuda a alguien, dona algo inclusive dinero, lo hace para satisfacer su yo, para sentirse mejor y porque es gratificante para usted.

El egoísmo moral considera al altruismo contraproducente y se apoya en el conocimiento de nuestros deseos y necesidades y sabemos qué nos hará felices y cómo alcanzarlo, lo que no es sencillo cuando intentamos conocer a los demás, lo que muchas veces induce a perjudicarlos sin intención.

Si brindamos caridad no ayudamos a los demás a sobrevivir ni obtener independencia, además no mucha gente se sentirá agradecida, en cambio, si cada persona se preocupara por sus propios intereses, habría un mejoramiento en la sociedad. Consiste en obedecer ciertas reglas: cumplir promesas, no mentir, no dañar, etc. todos estos deberes u obligaciones derivan en un fin común, el cual es el interés propio.

El principio del egoísmo ético conduce a una regla de oro que persiste en las religiones más conocidas: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, no dice por cierto lo amarás más que a ti mismo, no. Es como experimentar que yo soy el centro de mí, no el centro del mundo que me rodea y alrededores.

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