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COLUMNISTAS


Grupos estudiantiles paralelogramos II

Alberto Salom Echeverría [email protected] | Viernes 09 agosto, 2024


Alberto Salom Echeverría

[email protected]

La noche se hizo larga en Manhattan para los amigos, pero ninguno tenía ganas de dormir todavía.

Tomaron la decisión eso sí de trasladarse a la residencia de Andreina y Lucrecia, en “East Village” donde todos, incluida Margarita, iban a pasar la semana. Las gemelas argumentaron que así podrían acomodarse, en las habitaciones correspondientes y luego, en compañía de un buen vino, continuar la conversación de manera más relajada.

Se dieron una hora para desempacar y echarse un duchazo. No faltó quien no se duchara y se pusiera ropa cómoda de “entrecasa”.

Las hermanas fueron las primeras en arreglarse, porque querían preparar unos bocaditos, un queso fino que habían comprado para la ocasión y un buen vino. Se pulieron y compraron el mejor queso de 1923; para su dicha encontraron el queso que obtuvo el premio de los “International Cheese and Dairy Awards”, un “Deer Creek Cheese” de “Sheboygan” de Wisconsin, un cheddar extra maduro, artesanal y hecho a mano. También se esmeraron para atender a sus amigos con excelencia y compraron varias botellas de vino, a fin de que alcanzara durante toda la semana. Escogieron Cabernet Sauvignon, un Sonoma County californiano.

Las trabajadoras del servicio doméstico arreglaron la gran terraza que estaba contiguo a la sala, tal como se los habían solicitado sus patronas. El ambiente no podía ser mejor. La terraza estaba iluminada con una luz tenue tornasolada, que daba un tono azul violáceo, mejor conocido como índigo. El lugar estaba adornado, además, con plantas insertas en macetas grandes de barro repujado y decorado, predominantemente de color terracota las más grandes y las otras de colores diversos en perfecta consonancia con el resto de la estancia, para propiciar un ambiente tranquilo. Para la música pensaron en un jazz suave, desde un “Blue Street” de Don Redman, pasando por “For All I Know-Almost Here” una canción de Brian McFadden y Delta Goodrem, “Cheek to cheek” de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, hasta “One Dance A Day” del sueco Magnus Ringblon y otras de semejante talante.

La primera persona en regresar de la habitación fue Leonel Bajamonte, quien estaba acostumbrado a alistarse con rapidez. Al bajar las escaleras, se dirigió directo a la cocina, donde era evidente que se encontraban sus amigas, las gemelas, pues desde la planta alta se les escuchaba el cotorreo y las risas que se tenían.

- ¿Qué son las risas? -preguntó Leonel- Ah, de todo -contestó Lucrecia, sin haber dejado la sonrisa. -

-Bueno, -repuso Andreina- lo principal es que ambas estamos comentando que nuestros padres no nos reconocerían viéndonos hacer estas labores domésticos. A las dos nos encanta meternos de vez en cuando a la cocina, especialmente cuando tenemos invitados de la calidad de ustedes -y volvió a sonreír.

-Tampoco te conocerían a vos Andreina, con ese novio. -bromeó Leonel.

-Ay, no seas tan concho, les va a encantar. -Respondió dando muestras del apego que ya sentía por su novio. Me va a hacer mucha falta toda esta semana mi “popi”, -agregó-.

-No me vengás con ese “telele” -dijo de inmediato Lucrecia-, que falta mucho camino todavía por recorrer.

En eso entró Margarita muy bellamente ataviada, pero sin sofisticación. La mujer era hermosa, pero cuando se le veía como ahora, con su pelo recogido en un moño, sus labios voluptuosos delicadamente delineados con un lápiz labial de punta fina, de color morado y un vestido muy alegre, estampado, pegado al cuerpo como para resaltar sus líneas y muy apropiado para la ocasión, apareció a los ojos de los presentes, sencillamente exultante. Al atravesar el dintel de la puerta, hizo una pirueta, dando una vuelta completa y luego adornándose con una flexión de rodillas, como el “plié” de las balletistas, que la hizo lucir ante sus amigos, todavía más esplendorosa.

- ¡UEPA, uepa!, ¡Qué guapura más reluciente! -comentó Leonel aludiendo a la galantería de su amiga.

- ¡Qué bella lucís, Margara!, de verdad. -expresó Lucrecia. -Ella siempre ha sido así, divina. -dijo Andreina. -

- ¿Ustedes de qué hablan si siempre han sido un par de cromos, chiquillas? -respondió Margarita a los piropos recibidos de ellas. -

- Bueno, bueno -prorrumpió atrevido y socarronamente Leonel- de mí, nadie dice nada. A lo que vinimos, a lo que vinimos; -dijo animando a que empezaran los tragos y las bocas. Y luego repuso, - Este olor del queso me está matando. -

Entre todos ayudaron a llevar las copas, platos, cubiertos, las bocas y el vino a la terraza. No bien acababan de sentarse, cuando se sintieron abrazados por aquel ambiente sencillo y fresco, entre romántico y sobrio.

- ¡Qué belleza de casa! -dijo por fin Margarita- y esta terraza es como mágica. Además, -complementó- lo principal amigas, es que ustedes son unas anfitrionas excelsas.

El toque mágico al que había aludido Margarita, lo terminaron de sentir en cuanto Andreina prendió el equipo de sonido y la música de jazz empezó a sonar sin estruendo por los parlantes, acabando de llenar el espacio.

Hasta ese momento, nadie había echado de ver la ausencia de Gerardo Luján.

El muchacho había quedado dormido después del baño; en realidad, estaba un poco deprimido por el sobresalto de sus amigas inmediatamente después de que él contó, a duras penas, lo de su relación homosexual. Hasta pensó en quedarse durmiendo por el resto de la noche, pero, algo lo hizo levantarse para sumarse a la reunión.

Sin embargo, al entrar Gerardo a la habitación, sin que sus amigos lo hubieran planeado siquiera, todos principiaron una emotiva y sonora algarabía que culminó en un afectuoso aplauso.

Gerardo quedó como anonadado y no sabía bien cómo reaccionar. Por un lado, se sentía decepcionado de sí mismo, por otro, resentido de la reacción que habían mostrado sus compañeras, no más al descubrir él su alma ante las que consideraba sus mejores amistades…y ahora lo aplaudían “sin ton ni son”.

Leonel, siempre empático y con mucho cariño hacia su amigo, porque lo conocía de la niñez, ya que eran vecinos en el residencial desde la infancia y sus familias se relacionaban con frecuencia, no tardó en expresar su inteligencia emocional, interrumpiendo así el anticlímax que había provocado la actitud sombría de Gerardo.

- Gente -comenzó diciendo- comprendo la sorpresa de ustedes y su reacción de extrañamiento cuando Gerardo decidió abrir su corazón frente a nosotros, sin embargo, creo también que todos tenemos la madurez suficiente para comprender la situación, por lo que estimo que hubiera sido deseable de parte de ustedes una actitud más reposada y comprensiva…

- Inmediatamente, Interrumpió Margarita. No Leonel, en cuanto a mí concierne, no albergo ningún prejuicio al respecto. Mi primera reacción fue de sorpresa, porque no lo esperaba. Gerardo nunca había mostrado señales en ese sentido y en cambio siempre tuvo un gran pegue con las mujeres que, revoloteaban como pajaritas en torno suyo por su gran atractivo masculino y don de gentes. Las gemelas opinaron igual que Margarita.

- Entonces, saltó Gerardo con ímpetu. A ver -dijo con mordacidad- si el tema voy a ser yo, creo que tengo “la primera vela en este entierro.” Francamente, tenía mucho temor de expresar mi intimidad; todo esto viene de atrás y siempre me he sentido muy confundido por los sentimientos de culpabilidad que me han embargado desde que la sexualidad despertó en mí, sin haber tenido el valor de contárselo a nadie. Compartí mi estado de ánimo -continuó diciendo- únicamente con las personas con las que me involucré en la intimidad. Calculo que, si mis padres se enteran, -añadió con pesar- van a sufrir una decepción; siempre están hablando de los nietos que les vamos a dar mis hermanos y yo. Como se lo podrán imaginar por supuesto que yo nunca voy a tener ni un noviazgo, ni un matrimonio con una mujer. En ese momento, Gerardo se quebró emocionalmente y rompió a llorar.

Los amigos estaban ahora consternados, la mayoría si saber bien cómo abordar la situación.

-Lucrecia, que era una magnífica estudiante de psicología, no solo en lo teórico, sino que tenía alguna experiencia práctica por haber participado en talleres de trabajo en un par de cursos seguidos en “Columbia University”, intervino, se le sentó a la par a Gerardo, sin ser demasiado melosa, a fin de no resultarle maternal. Bueno querido, -externó- podés tener la plena seguridad que ninguna de nosotras te está juzgando. La primera reacción que nos asaltó, creo que a todas fue más de sorpresa que otra cosa. Pero si alguien te puede comprender y brindarte apoyo somos tus amigas y amigos más cercanos. Hemos sido como hermanos y debemos seguirlo siendo. De mi parte, hasta me encantaría conocer a tu novio.

- Ah, eso de fijo -agregó Andreina- ¿Quién quita que hasta podemos desarrollar con él una estrecha amistad e incorporarlo a esta pequeña cofradía?

- OK, -dijo Leonel considerando para sí, que era suficiente por ahora el tema alrededor de Gerardo, dado el desgaste emocional que la situación ha representado para él. - Les propongo -continuó diciendo entonces- un brindis por nuestro reencuentro aquí en New York. Todos alzaron sus copas, mientras tanto, Leonel continuó llevando la iniciativa del brindis. - Brindo por nuestra amistad, por nuestras tres amigas -dijo- que se han pulido organizando toda la estadía aquí en New York, ahora brindo en particular por Lucrecia y Andreina, quienes nos han hospedado en su hermosa residencia, y han preparado esta maravillosa fiesta de bienvenida. Brindo por nuestra amistad -terminó diciendo nuevamente-. Así le dieron el primer sorbo al vino californiano “Cabernet Sauvignon”. Casi enseguida, Margarita se levantó con la bandeja de los quesos ofreciéndolos a sus compañeros. No hubo quien no emitiera una exhalación de gusto por el sabor del queso Cheddar.

De ahí en adelante, la fiesta resultó un éxito, tal como la habían planeado; todos se deleitaron con el vino, el queso maduro y otros platillos selectos y, continuaron escuchando por un buen rato la acompasada música de “jazz”; los amigos intercalaron durante el resto de la noche, distintas conversaciones, relativas a las olimpíadas de París, el papel tan destacado desempeñado por Brisa Hennessy en surf, el enorme salto de una imponente ballena mientras Brisa competía; y después retomaron el intercambio sobre el curso de sus vidas y la de sus familias; sin que faltara la mención sobre los acontecimientos de Venezuela que a todos les parecían desastrosos y los últimos gazapos del presidente costarricense, Rodrigo Chaves…

Este relato continuará…




























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