La discontinuidad
Leopoldo Barrionuevo [email protected] | Sábado 18 julio, 2009
ELOGIOS
La discontinuidad
Peter Drucker, el visionario, anunciaba en 1968, la ruptura histórica de la continuidad en múltiples frentes, aunque primordialmente en la economía. En ese año en que Drucker publica “The age of discontinuity” sucedieron demasiados hechos históricos que sacudieron al mundo de entonces: en una década hippie en la que los Beatles fueron representativos de muchos cambios que descubriríamos después y cuando arreciaban las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, y acababa de ocurrir el asesinato del Che Guevara, ya en 1968 se destacó por la primavera de Praga en abril, cuando los checos se enfrentaron con los tanques rusos; el mayo parisino que se iniciara con Daniel Cohn-Bendit en la Universidad de Nanterre; en octubre se producía la masacre de Tlatelolco y poco después el histórico Concierto de Woodstock con un millón de asistentes que mostraba una juventud diferente y rebelde, a la vez que nuevas realidades en lo sexual.
A todo eso siguió en 1973 la creación de la OPEP, la disparada del precio del barril del petróleo y el anuncio de Drucker de que el siglo XX concluía en esos momentos y un cambio radical que destruía la continuidad que hasta entonces signaba la historia. Todo lo que sucedía hasta entonces había ocurrido como una sucesión de acontecimientos que lentamente iban ligados al anterior por lo que sentencia en su obra que los hechos económicos dejaban, desde allí, de ser previsibles y el cambio en todos los órdenes se aceleraba a niveles insospechados.
Epoca de destrucción constante de paradigmas en todos los órdenes: agricultura, acero, electrónica, industria plástica, aeronáutica, telefonía, automotriz, química orgánica, industria farmacéutica, petrolera, la computación, los servicios de salud, los productos financieros, etcétera.
De la Primera Gran Guerra Mundial a la Segunda y pese a las crisis económicas que caracterizaron al periodo que fue desde el 1914/ 18 al 1939/45 se avanzó notablemente pero como una muestra de continuidad en el perfeccionamiento similar a la del siglo XIX, el de los grandes inventos que hicieron pensar a nuestros antepasados de la Belle Epoque que ya era imposible avanzar en el progreso y mucha gente se suicidaba a raíz de eso.
Se avanzó notablemente durante el siglo XX pero como una continuidad que mejoraba lo ya existente y el asombro de la gente era sorprenderse con la evolución de lo esperado, de lo ya existente como la aviación, las comunicaciones, el automovilismo, la fotografía, el cine, la televisión…
Pero ahora estamos frente a lo inesperado, ya no podemos confiar en el avance que ofrecía la continuidad, igualmente ya nada nos sorprende y continuamos desfasados ante el cambio acelerado y sin darnos cuenta, los servicios y la tecnología se han convertido en la base de la riqueza de las naciones porque mientras nuestro mundo era agrícola o industrial primordialmente y hace no más de 30 años la producción brindaba el máximo de poder, hoy es raro ver un producto tecnológico o electrónico “made in USA”.
Todo lo que era lógico fue muriendo sin aviso: la discontinuidad domina el horizonte.
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