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Lo que me perdí

Leopoldo Barrionuevo [email protected] | Sábado 06 junio, 2009



ELOGIOS
Lo que me perdí

Viajaba este domingo de Buenos Aires a Costa Rica, de regreso de unos días como siempre duros en el andar y andar que elegí como destino y que hoy me pesa, con una escapada a Lima en el medio como para que cruja todo el esqueleto. Durante el duro camino lo único que escuché de quienes me quieren, ha sido: “Pará un poco Leopoldo, te vas a matar, ¿para qué más? ¿Qué querés demostrar? Cuidate un poco…”.
Cada uno sabe su propio camino o al menos lo intenta y sabe que solo se hace al andar y que el camino es mejor que la posada. No más. La vida es todo, pero no da para más, porque la vida es transcurrir, latir, vibrar, sentir, conocer, descubrir, aprender y también ser golpeado, sufrir, amar, estar allí, en el lugar y el momento oportunos, donde no te van a buscar, pero donde estás y sos.
Hay incontables cosas que ya hice y no volvería a hacer pero hay otras que me recompensan y extienden la vida y que me gratifican y justifican este vivir que la madre ha prestado y que tendrá sentido mientras esté aquí y ahora. Ya vi demasiado cómo la gente que amaba estaba el ratito que le prestaron y envejecía y se iba de nuestro paisaje y de nuestro pretendido egoísmo.
Tal vez no sea mucho lo que me he perdido, pero con lo que tengo me doy por satisfecho: nací en el barrio pobre de una ciudad inolvidable que llevo en mi corazón y conocí todos sus encantos en vivo y en directo, se me quedaron prendidos para siempre en sus calles, el tango, el fútbol, la amistad, los libros, la familia, la lealtad, los primeros amores, la docencia y las preguntas eternas de quién soy, de dónde vengo, para dónde voy…
Mi profesión me calmó el ansia constante de viajar y residir en innumerables países y aprendí de todos y también dejé mi cuota retributiva y hoy que me queda lo vivido, tengo la nostalgia por un lado y los amores por el otro y ya sé por fin que no me perderé nada de Buenos Aires, porque todo lo que soy y le debo ha cambiado y vive conmigo y es parte de mí y que tampoco me perderé nada de San José donde convive todo lo que amo.
Pero me queda aún el que soy y sabe que no puede sobrevivir sin hacer lo que hace, porque vivo gracias a eso, no a un retiro dorado de silla de ruedas mientras pueda evitarlo y mientras me sienta vivo, viendo crecer a los míos: los propios y los que son los hijos del camino que todo maestro ha ido sembrando como parte inevitable de su andar y andar...
Espero que estas palabras no suenen a despedida, por el contrario son las que inauguran una nueva etapa de mi vida, igualmente activa pero más pausada, menos movida y sin dejar el alma en cada aeropuerto.
Es cierto, no me he perdido nada que hubiera podido lamentar hoy y tras ver a mis amigos, compañeros y discípulos de la juventud, al igual que a los grandes amigos de Lima, un ejercicio espiritual en el que cada vez somos menos pero aún resistimos, hago mías las palabras de mi amigo Mario Zapico, quien en la puerta de su estudio instaló una placa que su mujer retiró indignada, que decía: “Si me voy sin saludar no lo deben lamentar: es un modo de partir no falto de cortesía. Quiero evitarme sufrir”.
Hasta aquí el artículo enviado que también lo fue a Zapico quien responde: “Querido Polo. Gracias por la mención, y encantadoras y muy compartidas tus líneas. Para tu satisfacción, exhibidas que hube tus líneas a Vida, mi mujer, aceptó restituirlas. La próxima lo verás. Gracias por tu gestión. Un abrazo. Mario”.

leopoldobarrionuevo.com

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