Metí la pata
Leopoldo Barrionuevo [email protected] | Sábado 29 mayo, 2010
ELOGIOS
Metí la pata
En mi último viaje a Guatemala, el lunes 10 de mayo, al retirar la maleta de la banda transportadora cometí una torpeza, la dejé pasar y giré mi cuerpo por lo que el movimiento bastó para que perdiera el equilibrio y cayéndome para atrás cuidé que la espalda o cabeza no golpearan contra el suelo.
Sin embargo mi pierna derecha golpeó sobre el borde de la banda de transporte y fracturé el fémur.
Me recogieron de inmediato pasándome al Centro Médico de Guatemala donde debí discutir la circunstancia de una operación urgente porque solicité anestesia local puesto que la anestesia total me había sido desaconsejada por el cardiólogo en virtud de los múltiples problemas con el cuore o bobo, como le decimos en Argentina (“trabaja 24 horas al día, sin cobrar”).
Se me hizo ver que el tener que instalar un clavo o varilla de titanio dentro del fémur no lo soportaría debido al estrés. Superé el cuadro sin problemas gracias a los doctores Sergio Eduardo Chinchilla y Francisco José Arroyave y me dispuse con penuria a asumir el costo de la clínica pero Mariale, mi hija menor descubrió que estaba cubierto por un seguro que cubría todo viaje hacia el exterior por una suma cuantiosa por el solo hecho de ser usuario de la American Express Elite Card, expedida por Credomatic.
El personal de la aseguradora se comportó excepcionalmente llamándome tanto a mí como a mi familia y a mis médicos hasta tres veces por día para saber cómo me encontraba y finalmente me despacharon en camilla y primera clase a San José con Nancy, una bella enfermera de Chicago de 30 años, cuya función consistía en dejarme instalado en mi casa allanando todas las dificultades en ambos aeropuertos. De paso, asegurarse que el accidente no tenía que ver con ninguna cirugía estética lo que aprovechan algunas usuarias para arreglarse algunas partes.
Quedé maravillado por el servicio pero estoy acostumbrado a la organización y gentileza de la empresa norteamericana. Así que estoy aquí por dos meses, haré ejercicios mientras se consolida la osificación del clavo de titanio.
Espero llegar a tiempo al curso anual de Marketing Estratégico de la Universidad de Pittsburgh y no me queda sino disfrutar del Mundial de Fútbol bien instalado pero sin demasiadas esperanzas.
Mientras tanto, mala suerte, paciencia y pan criollo; no me quejo porque en medio de todo la vida da desquite y deja enseñanzas, que en este caso significa: qué te dan a cambio de algo, no que te prometen y en especial, cómo te dan lo prometido: llamándote varias veces, ofreciéndote apoyo, diciéndote que lo que más les importa es tu bienestar y que no hay restricciones ni mucho menos límites para tu atención, excepto en lo que hace al alta médica.
Tampoco me quejo porque la solidaridad surge en estas circunstancias, como decía Bernardo Gozategui respecto a su tango preferido “Preparate p’al domingo”: “Los amigos se cotizan en las buenas y en las malas…” Y el Vasco protestaba señalando que los amigos se cotizan en las malas, porque en las buenas surgían los gilipollas, aquellos que recurren al santo solo cuando requieren un milagro.
Leopoldo Barrionuevo
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